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Incertidumbre, emoción y racionalidad 

Estamos ya en el último trimestre del 2022, año que será recordado por la materialización de riesgos de una manera sistémica; que se evidencia en los resultados de las carteras de inversión a lo largo del mundo. En nuestros análisis de perspectivas económicas se había colocado como principales riesgos que podríamos enfrentar para este año los siguientes: 

  • Pandemia: la presencia de nuevas cepas de contagio que eludan las vacunas y reduzcan la movilidad 
  • Cuellos de botella: estos podrían ser más significativos debido a la pandemia, transición de la energía y medidas de protección más agresivas 
  • Inflación: altas presiones salariales y un desanclaje de las expectativas inflacionarias 
  • Política monetaria: un retiro agresivo de los estímulos crearía turbulencias principalmente en la deuda y en los mercados emergentes 
  • Contexto global: recesión aguda en China, tensiones sociales y geopolíticas 

En retrospectiva, hoy vemos que de una forma u otra todos los riesgos han estado presentes en la realidad de los mercados internacionales, y por supuesto, impactando a nivel local; tanto en las carteras de inversión individuales como en los fondos de pensiones, y muy posiblemente en el resultado de sus negocios. 

En términos generales, hemos estado inmersos durante el 2022, en un ambiente de incertidumbre generalizada, cerramos el 2021 conscientes que avanzaríamos a la siguiente etapa del ciclo económico expansivo que las autoridades monetarias y gubernamentales impulsaron ante la afectación de la pandemia, se analizaba también que las industrias enfrentaban cuellos de botella en los suministros, ambos factores propiciaron los primeros incrementos en los precios de los bienes y servicios, inflación. Sin embargo, para el 2022 se une a la realidad el conflicto en Ucrania y Rusia que impulsan los precios del petróleo y de las materias primas, llevando la inflación a nivel global a números no vistos desde hace más de 40 años. 

Como respuesta a esta situación, los bancos centrales, en su objetivo de estabilizar los precios en las economías, en lugar de realizar un aumento de tasas de interés gradual, como se esperaba, han reaccionado de una manera agresiva.  

Este escenario, nos permite seguir plasmando la descripción técnica de lo que sucede en el entorno macroeconómico, sin embargo, es más relevante hacer consciencia en relación con que este proceso desemboca o se traduce en nuestra vida cercana en un incremento en la incertidumbre de los consumidores, los inversionistas y los empresarios; ninguno de ellos, en promedio, son amantes del riesgo o incertidumbre para la toma de decisiones. 

En estos momentos la emocionalidad y la racionalidad entran en conflicto, por tanto, el acompañamiento de un profesional es de vital importancia. Volver a lo básico – ¿cuáles son mis objetivos, mis pilares, mis intereses? – antes de tomar cualquier decisión precipitada que pueda ser influenciada por el miedo. 

Hoy, tenemos acceso a mucha información que nos puede causar ruido y puede llegar a direccionar nuestras decisiones, ya que, con temor e incertidumbre, nos refugiamos en el sesgo de confirmación, donde todo lo que vemos, leemos y conversamos refuerza el sentimiento negativo, llevándonos  a perder de vista lo importante: nuestros objetivos. Estos últimos no cambian, es solo el entorno, por tanto, debemos de ir más allá de la emoción.  

La toma de decisiones no es un proceso racional, sino un proceso influenciado por la intuición y la emoción, por ello se dice que el dinero es emocional, pero invertir es racional. Buscar gestionar esta relación es un factor fundamental para alcanzar con éxito las metas propuestas. 

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