
Con la apertura comercial que experimento el país a partir de los años 90´s y la adopción de un modelo de metas de inflación en 2005, el BCCR empezó a dirigir su política cambiaria hacia un modelo más flexible. Se pasó de la paridad reptante (minidevaluaciones) hacia un esquema de bandas, y finalmente, hacia una flotación administrada.
En este último, son los determinantes de la oferta y demanda las que terminan definiendo el tipo de cambio. Si hay exceso de dólares, el tipo de cambio tenderá hacia la baja; caso contrario, cuando hay escasez tiende hacia el alza.
Se optó por un modelo más flexible para que la tasa de interés tuviera un mayor peso en la transmisión de la política monetaria. Esta decisión se basa en la teoría económica que indica que no se pueden obtener al mismo tiempo los siguientes objetivos: un tipo de cambio fijo, libre movilidad de capitales y una política monetaria autónoma. Debido a que se prefieren los dos últimos, entonces se hace necesario flexibilizar el tipo de cambio.
Al ser un precio que se define en un mercado que es más libre, la volatilidad asociada —que se observa en cualquier instrumento financiero— es un elemento característico, y que ha tomado mayor fuerza en los últimos años, dificultando los pronósticos puntuales para esta variable.
Es por lo anterior, que se deben considerar los movimientos de los determinantes de la oferta y demanda de divisas, para así anticipar la trayectoria, más que el número, que tomará el tipo de cambio; así como para evaluar correctamente las expectativas que tenemos sobre esta variable, e incorporarla en nuestras decisiones de inversión.